Las personas sin memoria pierden su voz, pierden junto con la memoria las herramientas en las que se basa la existencia humana: la posibilidad de expresar su voluntad, la comunicación, las más básicas capacidades de interactuar en sociedad de una manera aceptable.
Las enfermedades de la memoria no son nada glamorosas, tal vez por eso se les pone poca atención, enfrentarse a una persona que pierde su “yo soy” es aterrador, porque nos enfrenta a nuestra propia fragilidad.
Actualmente las familias de los enfermos, sufren y se confunden, porque reciben consejos contradictorios: aferrarse a la “vida” a como de lugar o buscar la dignidad y hacer que ésta sea prioridad máxima, incluso cuando se deja de prolongar la vida.
El libro de Victoria Dana, que presentaron hoy en la Librería Rosario Castellanos, “Las Palabras Perdidas” nos recuerda y nos hace volver la mirada hacia toda la tragedia emocional, espiritual y afectiva que viven las familias afectadas.
A los médicos nos da una sacudida: más importante que los milímetros de materia gris son los cambios, las angustias, las dificultades que la familia y el enfermo enfrentan.
No les quiero contar la trama del libro, porque realmente vale la pena leerlo, solo les puedo decir que a Blanca, Blanquita, la acaba uno conociendo como a sus amigos más íntimos, y que su paso por nuestra consciencia no será en vano. La vida, a través de esta historia, se percibe desde su más amplia dimensión.
Felicitaciones Vicky, porque tu trabajo ha rendido frutos, tu obra creativa es realmente conmovedora. Has escrito un libro que vale la pena leer y releer.
La foto a la izquierda es de Beto Dana.
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